Del Amor Y La Feminidad

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Psicoanálisis

Al recibir la invitación un equívoco. Del amor y la feminidad, al Del amor a la feminidad, tomo el fallido. Voy a tratar entonces de articular por qué creo que el amor si no se enlaza bien a la feminidad queda en una vana significación sin cuerpo, y a su vez, el cuerpo que la feminidad le aporta el amor le produce ese imposible que lo conecta con lo real.

Lacan nos dice que hay un goce de ella que no existe y nada significa, que ella misma nada sabe…a no ser que lo siente, eso sí lo sabe, o sabe si le ocurre, no le ocurre a todas. Sería como que allí donde ella lo siente no está como sujeto. El amor hace de lo extraño algo familiar, acerca lo extraño a ofrecerle significación. Cubre, brinda cobertura, sutura, amarra, y ofrece confianza.

La feminidad descubre lo extraño, hace entrar lo extranjero al amor del lado del enigma y no de la amenaza. O sea que lo extranjero puede ser amenaza o enigma depende como el amor haga funcionar/ficcionar lo femenino.

El goce femenino está más ligado a lo inaccesible que a lo reprimido, no se hace escuchar en retornos, se deja escuchar en la enunciación, y cuando ese goce se deja escuchar en la enunciación, habla, no necesariamente con palabras, dice. Decir quiere decir, que funda un hecho. Crea, es fértil, es una mudez fértil que habilita, hace lugar, crea espacio para que luego el falo o lo masculino como dice Duras, pueda atravesarlo.

El amor está en relación a la significación, y esta es siempre fálica.
Lo femenino está más allá del falo, está ligado a lo que no entra en lo fálico.
El amor es el signo que se podrá descomponer si la creencia de ser todo uno para el Otro le otorga al ser la posibilidad que el encuentro con el sin sentido de la sexualidad no lo hará añicos.

La poesía es la palabra que hace el amor. Se trata de la palabra que produce la significación amorosa en su dimensión de acontecimiento. No se trata del enunciado amoroso ni de una retórica cuidada. Es la enunciación poética la que hace el amor, la que lo hace suceder otra vez, aún, y crea ese maravilloso mundo de ficción que arma, que arma la trama del verso.
Si el verso no es poético, aburre, cansa y duerme. Que sea poético entonces significa que  siempre es nuevo. El decir poético es embajador de la castración y la palabra de amor sólo es tomada cuando se da, cuando se da como algo que no se tiene.

El amor se da de alguien que no lo tiene a alguien que no lo es

El amor apunta al ser y es lo que suple la relación sexual que no hay. Si Lacan nos propone que el amor es el decir, qué nos dice? Que el decir se hace dios cuando funda un hecho, y no decimos acaso que cada vez que el amor se hace presente fue mágico, divino, increíble?

Las historias de amor tienen siempre carácter de mito, intentan dar fundamento a un origen, intentan revelar la razón del origen de un amor, se novela, se hace historia, relato. Relatos que intentan dar cuenta de cómo se armó relación donde no la había, de cómo se construyó un sentido que permanentemente se desplaza para otorgar creencia. (relato y relación tienen el mismo origen en latín)

Donde la relación se ausenta aparece el relato

Más allá de los mejores o peores argumentos estas narraciones dicen que nada está asegurado, que hay historia, que el amor es contingencia fundamentalmente, que el relato ocupa el lugar de la falta de relación sexual. A su manera este relato niega esta falta, colocando un obstáculo en el lugar de una imposibilidad.

El amor estaría ligado siempre al dolor porque sabe que su existencia se debe al vacío que él es en tanto hijo de una falta.
Lacan formula que es por el agujero, trou, que la relación sexual nunca puede escribirse, donde no hay relación se produce el traumatismo, y es allí donde se monta la invención propia del decir del amor. No hay deseo de inventar el saber, este responde al horror.

Como nos enseña Barthes el otro está un poco ausente frente a mí siempre presente. La fuga que lo real impone sostiene al amor.
Por eso las cartas de amor son siempre el testimonio de una insuficiencia, la palabra justa. Pessoa dice que son un poco ridículas, y Lacan aporta al respecto que siempre que se habla de amor se lo hace de un modo abyecto e imbécil. Pero hablar no es decir. Las palabras de amor alcanzan la dimensión del decir cuando parece escribirse algo de lo que no cesa de no escribirse. El amor es consecuencia de lo imposible, pero es por el amor que parece escribirse. El amor pone en función la poesía, dice Lacan, para soportar con valentía el fatal destino, la castración.

El amor abona de atribución el campo que la feminidad despojó de ella. El amor es dos medios decires que no se recubren, y esto constituye su carácter de irremediable, pero a la vez que los bien articula les hace creer que la unidad aunque fallida funciona, cree y crea ese engaño.

Las mujeres dice Lacan tienen domicilio desconocido, lo femenino no es localizable, ya que hay algo en el terreno de lo femenino que no ingresa en el significante.

Lo femenino tiene carácter extranjero, no especular, refractario de cualquier modelo imaginario, es causa de deseo y también de angustia cuando el intento viril la convoca al qué querés, es por esto que Lacan dice que la mujer tiene algo de extraño, que somos un poco extraviadas, y que ese extravío nos mantiene siempre un poco vírgenes, vírgenes como metáfora de lo no marcado por el significante, como carente de marca, de nombre. Lo femenino como siendo indentificable no significa que no se pueda registrar ni operar con ello. Significa que no le alcanzan las operatorias simbólicas para ser. Esto es que lo lleva muchas veces a ellos a maldecirnos. (medir)

Muchas veces a este goce femenino se lo ubica del lado de la locura. Pero Lacan dice que ese no-todo que podría ser sin límites, no hay que confundirlo con algún exceso: el exceso o el déficit son coordenadas fálicas cuando no puede aprehenderse ese goce desde otro sentido que no sea significación.

Lo que permanece fuera de saber, lo extraviado, lo sin límite, es sin referencia simbólica. Dice que algo loco puede ser algo absolutamente singular, único e inédito y por eso extraño. Es un obstáculo que la exclusión de este goce respecto del saber lo haga pasible de una idealización febril ya sea en su idealización o en su degradación.

Lo femenino desnuda de sabiduría al amor

Lo cierto es que hay algo inaguantable en lo femenino que requiere sujetarse, y por eso es que lo femenino se fija en ello, en qué?, en el falo. Se amarra del falo para no perderse en el dark continent, como decía Freud.

Es el amor entonces lo que nos reúne, nos vuelve a dar esa unidad que lo femenino desenmascara curiosamente. El amor y con él la significación fálica es a dónde vuelve para poder nombrarse, para encontrar los nombres que la nombran, que la identifican al menos por un rato. El amor fija, da un domicilio.

Lo femenino enlazado al amor le devuelve a este la dulzura del equívoco que él con su medida quita. Le permite conectar con ese real que al hacer puente con el amor no lo vuelve asesino. No despótico (Medea)
Lo real femenino que no enlaza al amor queda dislocado de su gesta, la de crear, porque independiente destruye.
El amor le da la cubierta a la que lo femenino ilumina mostrando su entretejido de hilos y agujeros, ensombreciendo lo real para que este no lastime.

El amor le pone piel a lo femenino cuando puede cubrirlo sin tapar, de lo contrario lo femenino aparece como amenaza destructiva, no como motor que pone en causa. La causa es femenina, pero el amor es quien la pone en función. Como dijo el escritor Kohan, “hay algo que cobra existencia, pero hasta que no lo escribís no sabés si va a funcionar. (Fórmulas de la sexuación)

Si no se establece ese puente entre el amor y lo femenino nos encontramos con aquella mujer rubia, inmortal: Norma Jane Mortenson, más conocida como Marilyn, que supo escribir de dicha dificultad así: “Mi sentimiento no se hincha en palabras” (escrito en un cuaderno negro en los 50).

Aquella mujer nacida el 1 de junio de 1926, nombrada luego con el apellido materno, Monroe, no pudo nunca zafar de la gramática que marcaron aquellos primero años, entregada rápidamente, desalojada con precocidad, sin lazos de amor que nominen, es reconocida en el espejo por lo que su belleza le aporta con la amenaza de un real que nunca queda excluído. Abandono precoz que buscará en cada entrega y rápidamente probará que el Otro la deja sola, ni siquiera lo enuncia, tanto su primer marido como Arthur Miller le dejan leer que están con otra en otro lado.

El engaño amoroso o mas bien la ficción fracasa y se hace difícil soportar lo parcial del encuentro, ser tocada un ratito para luego…

“Sólo parte de nosotros llegarán
A tocar partes de los demás

La verdad de cada uno es eso
Solamente la verdad de cada uno.”

El amor no ofrece el abrigo a aquella soledad que el saber en su devenir provoca, para encontrar la ilusión. Cuando las palabras no tocan el cuerpo la soledad es un vacío despoblado de humanidad.
Marilyn dicen que las palabras no se hinchan con su sentimiento. Esto es, o podemos pensarlo, como aquello que de primera la función materna establece, conectar falo a “a”. Marilyn no encuentra una proporción que la calme. Sabemos que las proporciones son siempre diferentes, pero el amor ayuda a que la discordia se soporte, soportada esa dis-cordia con amor una mujer puede estar un poco loca sin volverse tal.

Si esto no funciona la búsqueda de cordura puede ser desesperante tanto como sentirse una poseída por un real sin sentido.
Hay experiencias espantosas en la vida que no dejan nada. Las experiencias que han articulado el amor son las que donan porque hacen pasar la falta, sino lo que pasa es lo que no deja de pasarle a Marilyn, el abuso que la desarma. Ella repite sin saber que lo repite, sólo lo sufre, no lo sabe porque nadie se lo lee, aunque ella a gritos, internada en el neuropsiquiátrico de Nueva York llame a su analista.

Cuando Lee Strassberg toma esa toma permite desplegar su sin-toma. Hay una anécdota muy linda aunque ella no llega en horario.

No puede llegar a la hora del Otro, su profesor se enoja y le reclama, ella dice atormentada, no puedo llegar en hora. Él le dice, que entonces llegue antes. Pero, ¿qué será llegar a la hora del Otro? Supongo que sería encontrarse con su ausencia.
Ella amaba ese ícono, los puentes, pero ese puente Marilyn no lo puede encontrar y su melancolía no pudo arrebatarle al amor su sinsentido.

Si la feminidad tiene algo de melancolía, es en el punto donde se desata del amor, donde se desamarra de éste.
Esta mujer fuera de serie es la que Andy Warhol ubica en una serie, uno, dos, tres, la vuelve mortal, varias, positivo y negativo, brillo y opacidad mortal, él que la retrata la ayuda a no ser excepcional, a no ser la excepción irrepetible, la repite, la repite en los sucesivos cuadros que la vuelven por un rato mortal, a una inmortalidad que le arrebata demasiado pronto su vida.
Y aquel eterno femenino como la nombra Strassberg en su funeral nos dice de aquel fracaso cuando a la feminidad no se llega de la mano del amor.

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Licenciada en Psicología

Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Imparte seminarios en nombre propio. Escribe poesía y prosa poética. Autora del libro “Conjugadas” [...]