Los resortes del poder: una aproximación al legado gramsciano

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Los resortes del poder: una aproximación al legado gramsciano

Filosofía

Para entender a Gramsci es necesario comenzar a mirar su obra desde una perspectiva dialéctica, alejados de los moldes que el pensamiento liberal y los dogmas han impuesto al pensamiento posterior, tampoco debemos entender sus conceptos como camisas de fuerza porque precisamente nos conmina a reinterpretar la realidad con todos sus matices y no desde una perspectiva que solo ve en claro y en oscuro. A él debemos otra dimensión de la sospecha y el acercamiento a nociones tales como la de sociedad civil donde el poder nos muestra sus resortes visibles e invisibles.

El concepto de hegemonía –a partir de Gramsci– permitía reintroducir a los sujetos en esta cuestión: para que la cultura de la clase dominante pudiera aparecer como «cultura universal», expresión de su hegemonía, no bastaba la imposición externa: debían estar representados los intereses de las clases subalternas. En este sentido, los trabajos más recientes complejizan un movimiento bastante esquemático: «cultura hegemónica que trata de imponerse vs cultura subalterna que se resiste».

El  carácter dialéctico y relacional, de su concepción sobre los procesos que tienen lugar en la sociedad, hace que la herencia de este autor sea mal interpretada. Gramsci no entendía los fenómenos sociales como cosas, sino como sistemas de relaciones, como  constelaciones expandidas de procesos que se imbrican entre sí.

Gramsci desarrolló una teoría según la cual los líderes exitosos establecían una “hegemonía” sobre la esfera política mediante el control del discurso. Es imprescindible destacar su interpretación de la cultura como dimensión esencial de la política, y su comprensión de esta última como labor de estructuración y desarrollo de la hegemonía (más que de la simple dominación por la  fuerza) de una clase sobre la sociedad.

Él reinterpretó de un modo diferente el concepto de sociedad civil desarrollado por el pensamiento liberal, al reconstruir su contenido y el sentido de su utilización en los marcos de una reflexión crítica de la sociedad. Fue el primero en desarrollar, dentro del marxismo, todo un sistema conceptual para aprehender en forma unitaria la compleja fenomenología del poder en  las sociedades capitalistas contemporáneas.

Se preguntó por las causas que propiciaban la persistencia del poder de la burguesía. No consideró que el dominio burgués fuera sólo una imposición, sino que entendió la capacidad de esa clase para establecer y preservar su liderazgo intelectual y moral, para dirigir más que obligar. A esto Gramsci lo llamó «hegemonía», y al estudio de sus condiciones de existencia y posibilidad dedicó una parte considerable de su esfuerzo teórico.

En un pasaje de los Cuadernos  de la cárcel resaltó la necesidad de la conformación de «una  teoría de la hegemonía como complemento de la teoría del Estado-fuerza. 

«El ejercicio normal de la hegemonía […]  se caracteriza por una combinación de fuerza y consenso, que se equilibran de diferentes maneras, sin que la fuerza predomine demasiado sobre el consenso, y tratando de que la fuerza parezca apoyada en la aprobación de la mayoría, expresada mediante los llamados órganos de la opinión pública»

La  importancia de la obra de Gramsci en la historia del pensamiento político-social del siglo XX (y no sólo para el marxismo) estriba en el hecho de que su esfuerzo teórico estuvo encaminado a sentar las bases para la elaboración de una nueva idea de la política.

En los Cuadernos  de la cárcel se distinguen dos momentos en la superestructura que están en permanente relación dialéctica: por una parte la sociedad política y por la otra, la sociedad civil.

Mientras que la sociedad política está compuesta por los órganos de las superestructuras encargados de desarrollar la función de coerción y dominio, la sociedad civil está conformada por el conjunto de organismos vulgarmente considerados «privados», que posibilitan la dirección intelectual y moral de la sociedad mediante la formación del consentimiento y la adhesión de masas.

La sociedad civil está articulada por múltiples organizaciones sociales, de carácter cultural, educativo, religioso, pero también político e incluso económico. Por mediación de ella se difunden la ideología, los intereses y los valores de la clase que domina al Estado, y se articula el consenso y la dirección moral e intelectual del conjunto social. En esta se forma la voluntad colectiva, se articula la estructura material de la cultura, y se organiza el consentimiento y la adhesión a las clases dominadas.

Un elemento significativo a resaltar, en la contribución de Gramsci, es su  rechazo a la concepción instrumental de la política. El líder comunista italiano la interpreta como «el arte de gobernar a los  hombres, de procurarse su consenso permanente y por consiguiente el arte de fundar los “grandes estados”. 

El poder se apoya, esencialmente, en su control de las instituciones dadoras de sentido, las que establecen y justifican al individuo, le enseñan a pensar de una manera y a no pensar de otras, le indican los valores que tiene que compartir, las aspiraciones que son permisibles, las fobias que son imprescindibles.

La familia, la iglesia, la escuela, el idioma, el arte, la moral, han sido siempre objetivos del poder, que ha intentado instrumentalizarlos en su provecho. Una clase o grupo puede ejercer su dominio sobre el conjunto social porque es capaz no sólo de imponer, sino de hacer aceptar como legítimo ese dominio por los demás grupos sociales. Su poder se basa en su capacidad de  englobar toda la producción espiritual en el cauce de sus intereses.

El concepto de hegemonía en Gramsci, resalta la capacidad de la clase dominante de obtener y mantener su poder sobre la sociedad,  no sólo por su control de los medios de producción económicos y de los instrumentos represivos, sino, sobre todo porque es capaz de producir y organizar el consenso y la dirección política, intelectual y moral de la misma.

Dos momentos importantes de su teoría acerca de la hegemonía deben destacarse:

En primer lugar, La distinción entre sociedad política y sociedad civil no es orgánica, sino tan sólo metódica.

“Un partido político forma parte de la sociedad política, pero si logra insertarse en el proceso de producción y distribución de normas de valoración y comportamiento, se inscribirá a la vez en la  sociedad civil.” 

En  segundo  lugar,  como  fuente en la que se estructuran las relaciones de poder, la sociedad civil no puede  ser percibida solo como lugar de enraizamiento del sistema hegemónico de dominación, sino también como el espacio desde donde se le desafía.

El grupo detentador del poder no radica en intentar impedir las manifestaciones de esta diversidad, sino en co-optar todas dentro de su proyecto de construcción global del entramado social. Es a esto a lo que Gramsci llama hegemonía. La sociedad civil forma parte del aparato de dominación, pero también es su antagonista más formidable.

Según se refiere, la hegemonía cultural tiene su fundamento ontológico en la hegemonía económica. Las relaciones de poder funcionan como elemento condicionador del proceso de producción y difusión de las formas de saber, de los códigos de representación, de los procesos de apropiación espiritual de la realidad.

El pensamiento gramsciano nos ofrece una perspectiva distinta para entender no solo el marxismo sino también el propio proceso de (re)conocimiento de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor. En este sentido la cultura se nos muestra como espacio de confluencias y de divergencias en la propia construcción de un poder que descansa en los códigos compartidos, en los símbolos que se imponen como valederos y en un poder que se legitima a través del consenso.

Si tomamos como referencia a Foucault veremos que su estrategia metodológica tiene algunos puntos de semejanza con Gramsci. Este se preguntaba: ¿cómo ha sido posible que las relaciones de poder generaran formas de saber que construyeron históricamente formas de subjetividad?, pregunta que contenía, para su respuesta, las tres cuestiones básicas que se analizan en su obra: el saber, el poder y la subjetividad, ninguna ajena de la otra, puesto que no hay un saber separado de un “diagrama de poder”, ni ajeno a las formas de subjetividad que construye y por la que es sometido.

En este sentido el poder, para Foucault, era un poder diseminado, fantasmal, capilar, que todo lo hechiza y en cuyas redes estamos atrapados querámoslo o no porque cotidianamente las reproducimos mediante las técnicas que garantizan las relaciones de continuidad entre el micropoder —acciones individuales— y el macropoder —Estado—. Así podemos hablar de la cultura en el poder y del poder en la cultura de la sociedad.

Gramsci por su parte destaca la dimensión política de la cultura, pero también el trasfondo cultural de toda dominación, al ser precisamente el consenso resultado de lo que entendemos y compartimos en nuestro espacio cotidiano. Acatamos el mundo que entronizamos como correcto, loable, necesario, sin percatarnos en ocasiones que hay estratagemas y paisajes simbólicos que nos diluyen ante los resortes visibles e invisibles del poder.

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los resortes del poder: no voy a entrar en detalles tecnicos que nadie las entiende,por otro lado nunca lei a este pensador basada en teorias y menos en pleno siglo 21, estamos viviendo en otros tiempo y por ende esos comentarios para mi no tiene ningun interes, no existen las ideologias puras, no existe moral, los seres humanos son incapaces de pensar por criterio propio,son meros titeres manejados por una mente diabolica que piensan que son todos poderosos e invencibles(caso hitler-marx) de ninguno de los dos podemos sacar algun legado para implementar en la ciudadania, el cumunisno no tubo resultados… Read more »

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Licenciada en Periodismo

Licenciada en Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana Periodista (redactora,reportera y editora web) en TV Yumurí. Actualmente estudiante del programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Concepción, Chile Autora del libro Manuel = Manuel, por Ediciones Matanzas. [...]